Sentí algo que me atoraba en la garganta, me quemaba…me sentí débil, pero aun así tenia que llegar al aeropuerto. Para cuando llegue mi vuelo no existía…fue justo 12 horas antes. Tuve que cambiarlo para la noche, lo que me dio tiempo suficiente para compartir por última vez con mi familia antes de partir, al volver al aeropuerto ya nada me atoraba ni quemaba.
Cuando llegue a Ciudad de Guatemala estaba asustada, me habían advertido de lo peligroso de la ciudad y de la facilidad con que timan a los turistas, por lo que estuve siempre a la defensiva, pero con una sonrisa amigable para no despertar sospechas. Me lleve varias sorpresas, nadie se aprovecho de mi, los chilenos somos queridos, varios letreros de “prohibido orinar acá” (multa 1000 Q La municipalidad) las mujeres son bastante sobrias y recatadas en el modo de vestir (Esperaba todo lo contrario teniendo en cuenta que estoy en Centro América), Los guardias de algunas tienda o empresas usan ametralladora sin pudor alguno.
Camino a Quetzaltenango sentí que viajaba a la V región, los mismos pinos en el camino, el bus paro en cada lugar que la gente pedía bajar, subieron varios vendedores ambulantes ofreciendo tortas mexicanas de pollo, semillas varias, y algunas bebidas que fue lo único que me atreví a comprar a pesar del hambre que tenia.
Cuando por fin llegue a mi hotel fui al del frente a comer algo, solo ahí me di cuenta de lo cansada que estaba. A las 6 de la tarde ya estaba dormida.
Al día siguiente me levante, fui a recorrer el lugar para conocer y buscar un alojamiento mas barato, hay uno llamado Miel y Café que parece estar bueno. Este pueblo es como un laberinto, todas las calles iguales, no se como pero a pesar de la pobreza y falta de basureros están impecables, lo que no implica que estén llenas de hoyos invitando a cualquier descuidado a torcerse un pie.
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